lunes, 16 de junio de 2014

¿Qué me pongo, Rachel?



Ayer estuve leyendo una entrevista sobre Rachel Zoe en la revista Glamour. Sin duda me parece un personaje curioso, un ejemplo de mujer que, de la nada, ha sabido crear un extravagante imperio y convertirse en un icono de estilo, una de las estilistas más famosas del panorama internacional, a pesar de sus luces y sus sombras, sus dictámenes son la biblia de muchos.

Como no he conseguido encontrar esta entrevista en la web (podréis verla en la edición impresa), os dejo un artículo que leí sobre ella hace un tiempo en Vanity Fair y que me gustó especialmente.


Fuente: "Vanity Fair" por Diana Aller.


Es la estilista más polémica de la alfombra roja. Se especula sobre su dieta, su formación, su edad y sus cuestionables métodos para mantener la línea de sus clientas, entre las que se encuentran Nicole Richie o Cameron Diaz. Rachel Zoe representa mejor que nadie las dos obsesiones de Hollywood en la última década: la celebridad y la industria de la moda. 

"Necesitas consejillos para el embarazo? ¡Tener estilo y comodidad es difícil!". Éste es uno de los millones de tweets que nutren el ciberespacio, perfectamente normal e inocente salvo por un detalle: la autora es Rachel Zoe, en efecto embarazada y para muchos la más estilosa y polémica de las asesoras de moda del momento. Su cartera de clientas (a las que llama “mis chicas”) se nutre de actrices, modelos y cantantes imitadas hasta la náusea: Mischa Barton,Lindsay Lohan, Kate Hudson, Jennifer Garner Kate Beckinsale.

No ha inventado nada nuevo y, sin embargo, ha revolucionado todo, mezclando con auténtica maestría blusones de inspiración griega, prendas de Chanel, cazadoras de motorista, joyas de Givenchy y zapatos de Yves Saint Laurent, Alexander McQueen o Balenciaga. Kate Moss o Sienna Miller ya lucían una apariencia bohemian chic herencia de Ali McGraw o Bianca Jagger —ambas entre las musas de Zoe—, pero el gran triunfo de la estilista consiste en haber llevado este estilo casual hasta las alfombras rojas.
Nicole Richie la implicó de forma casi directa en sus problemas alimenticios tras despedirla como estilista
Tanto su asistente, Brad Goreski, como ese nuevo y corrupto oráculo conocido como Wikipedia, afirman que Zoe tiene 39 años. Pero en muchos foros que hablan de ella se rumorea que podría tener hasta 10 más. Rachel ejerce una extraña fascinación sobre quienes no la conocen personalmente: por un lado se la admira como artífice de la renovada imagen 70´s chic de las celebrities jóvenes que triunfan en los photocalls; por otro, se la acusa de incitar a prácticas nada saludables (ayuno y drogas, básicamente) a sus protegidas y clientas. Pese a todo, ha sido y es necesaria por haber revolucionado el anquilosado star system hollywoodiense. ¿Por qué? Vayamos por partes
Un Pasado Difuso
Rachel Zoe, nacida en Nueva York en 1971 según sus fuentes oficiales, es hija de comerciantes de arte y no tiene formación alguna en moda y estilismo. Estudió psicología y sociología en la Universidad George Washington, elitista centro privado a solo unas manzanas de la Casa Blanca. Allí conoció a Rodger Berman, que poco más tarde sería inversor de banca y también su marido. Se casaron en 1996, cuando teóricamente Rachel contaba 25 años, y lo hizo con un diseño de Isaac Mizrahi. Entonces la moda era para ella solo una afición para la que se sabía muy dotada y que había despertado en ella a los 13 años, cuando acompañó a su madre en un viaje a Roma. Hoy, sin embargo, Rachel aconseja a sus seguidoras que estudien moda: “Las cosas han cambiado mucho y es imposible dedicarse a esto sin estudios específicos”.

Rodger, que viste sudaderas grises GAP y maxipañuelos al cuello con un aire de eterno fraternity boy americano, tiene asumido ser el actor secundario. Con una bobalicona sonrisa mira (y admira) a su mujer, a la actividad y nerviosismo que ella genera y que a él le falta.
Rachel trabajó durante un tiempo para la revista adolescente YM (que dejó de publicarse en 2004) y, a partir de ahí, empezó a ocuparse de la imagen de los Backstreet Boys,Enrique Iglesias y, puntualmente, deBritney Spears. Después llegaría Jessica Alba. Rachel les aconsejaba lo que se convertiría en los pilares del estilo Zoe: megagafas de sol (sus favoritas son las Glossy de Dior o las Chanel 5066) y pantalones pitillo.
Nicole Richie, la hija adoptada del cantante y compositor Lionel Richie, era una alocada joven de Beverly Hills que frecuentaba la compañía de su incombustible amiga Paris Hilton en un mundo de dinero, inconsciencia máxima y tremenda libertad. En EE UU se convirtieron en auténticos animales mediáticos al protagonizar el programa de telerrealidad Simple Life, en el que tenían que buscarse la vida en el entorno rural. Ahí comenzó el despegue de Rachel, a la que Nicole decidió contratar para reorientar su aspecto.

Estamos en 2004. Las dos se citan en un aeropuerto. Nicole se presenta en chándal y con una gorra de beisbol que reza “I love L.A.”. Rachel la escanea de arriba abajo: hay mucho trabajo por hacer, pero ahí se encuentra la base del éxito. Ella domina las claves psicológicas de las necesidades sociales y, por supuesto, las nociones más estéticas del aspecto físico.
El cambio de Nicole es notable y fulminante: al poco tiempo aparece más delgada, con una melena artificialmente descuidada, minivestidos tipo túnica y estrenando varios collares en cada salida de noche. En sus apariciones comienza a ir a menudo acompañada de la propia Rachel. De un día para otro, las publicaciones adolescentes abrazan a Nicole como adalid de estilo y tendencias.
Es el triunfo total de Rachel, que multiplica por diez su caché como estilista y cuyos servicios empiezan a ser requeridos por celebrities como Jessica Simpson (hasta el momento cantante melódica sin estilo definido) o Lindsay Lohan. Precisamente Lohan repite un look ya asociado al éxito que muchos tildan de clónico a esas alturas: leonina melena, estilo disco hippie, piel extrabronceada y los bolsos más desproporcionados posibles de Vuitton, Gucci o Hermès. En teoría, si el bolso es enorme, el efecto óptico hace que los brazos parezcan más estrechos y el cuerpo más escuálido y desvalido.


Tras hacerse con el beneplácito de clientas, fotógrafos, revistas de moda y lectoras de las mismas, la propia Zoe se convierte en un auténtico icono durante los dos mil: sus seguidores se autodenominan "zoettes"; y su estilo se antoja especialmente divertido para el público porque mezcla sin complejos joyones y zapatos de plataforma de carísimas firmas con básicos de American Apparel o sudaderas GAP con capucha.
A partir de este momento, Rachel camina con una Blackberry en una mano y un café de Starbucks en la otra saltando entre Los Ángeles, Londres y París. Su trabajo se convierte en su vida: showrooms de la vieja Europa, pasarelas, cenas exóticas basadas en escasas verduras (se llegó a rumorear que sustituía las cenas por tres cigarrillos), paseos por Prada Store con una clienta… Resulta indispensable en el front row de todos los desfiles, en las fiestas más exclusivas y, según la prensa, sus honorarios ascienden a 6.000 dólares diarios (más de 4.000 euros). Estamos en 2005 y Rachel es la revelación oficial de las páginas de estilo.


Ese mismo año entran en escena una joven oxigenada, pija y lista llamada Taylor Jacobson y un muchacho modernillo y experto en moda llamado Brad Goreski como asistentes de Rachel. Ellos son su familia, cómplices y amigos. La ahora estilista estrella está tremendamente segura de sí misma y es, para muchos, manipuladora. Posiblemente, gracias a haber estudiado psicología en lugar de moda. “Ha sido realmente útil en mi carrera como estilista. Gracias a mis estudios he logrado entender a la gente de este negocio”, afirma sobre su carrera.
Convirtió su estilo ‘disco hippy’ en un estigma. hilton, lohan, las Olsen... más que clientas, eran sus clones
En 2006 llegan los problemas. Su relación con Nicole Richie se rompe y surgen rumores de todo tipo. Nicole admite haber tenido desórdenes alimenticios y, de forma casi directa, incrimina a Rachel. Se filtran unas declaraciones de Nicole (a través de su MySpace) en las que asegura que Rachel la indujo a ayunar, porque ella misma toma al día sólo tres espárragos, y deja entrever, además, que le proporcionaba “sustancias que mitigaban el hambre”.
Comienzan a pesar sobre la trendsetter más poderosa del momento acusaciones de distribuir drogas entre sus clientas. Algunas aseguran incluso que les ha recomendado clembuterol, un fuerte anabolizante broncodilatador, y estimulante del sistema nervioso, como sustitutivo del alimento. Los foros de debate americanos echan humo. La gente se posiciona furibundamente a favor y en contra de Rachel: las zoettes defienden (no sin razón) que Nicole Richie nunca ha lucido tan estilosa como cuando era la pupila de Zoe, ni siquiera cuando contrató para sustituirla a Cristina Ehrlich, solvente estilista del star system y eterna rival de Rachel.


Sus detractores alegan que Zoe destroza las vidas de sus clientas, incitándolas a desórdenes alimenticios como la anorexia, o al consumo de cocaína. Y que las disfraza de ella misma. De repente, el estilo disco hippy se convierte en un estigma que lucen por igual las OlsenDemi MooreJennifer Garner o Anne Hathaway. Rachel, más que clientas, empieza a tener clones. Pero habiendo crecido profesionalmente rodeada de polémica, Zoe se da cuenta de cuál es el siguiente paso lógico en su carrera para mantenerse en la cresta de la ola.

En septiembre de 2008 se estrena Rachel Zoe Project en Bravo Television y en varias plataformas digitales en Europa. Se trata de un reality que sigue a Rachel, su marido y sus asistentes en su frenética carrera para vestir a los asistentes a los Globos de Oro, los Oscar y demás pasarelas de moda no profesionales. El programa es un éxito que convierte a Rachel y a su marido en envidiados productores. ¿Por qué esta conexión con el público? Es fácil: al contrario que las grandes divas de la moda, Rachel se muestra cercana, jovial, siempre estresada y divertida. No tiene inconveniente en sentarse en un bordillo en plena calle para atarse un zapato, reír aparatosamente ante la mayor tontería o bromear con la orientación sexual de alguien. Su incorrección política conquista a los espectadores.
No todo serán buenas noticias ese verano para Rachel. Un año antes, Harvey Weinstein (productor cinematográfico, ex propietario de Miramax y actual dueño de la poderosa The Weinstein Company) había comprado Halston en un intento de rejuvenecer la legendaria marca. Fichó a Tamara Mellon (artífice de Jimmy Choo) como directora creativa y anunció a bombo y platillo que Rachel Zoe estaría a bordo como consultora.

Pero ese sueño duraría poco. Mientras Rachel Zoe Project se estrenaba con éxito, en la prensa de moda se anunciaba el fulminante despido de Zoe de la marca. Desde su fichaje, los modelos de la renovada Halston apenas se han visto en la alfombra roja, ni siquiera en los cuerpos de la nutrida agenda de clientes de Rachel. La justificación más creíble es que Rachel no da abasto: para muchos, meterse en la aventura Halston mientras preparaba un reality que la grababa incluso en sus visitas al médico y promocionaba su primera guía de estilo (De la A a la Zoe) no fue su idea más brillante.
En 2010 un nuevo frente de conflictos se abre para Rachel. Taylor Jacobson, su ayudante y eterna sombra, desaparece de RZP de la noche a la mañana. En el primer episodio tras su marcha se da a entender, sin decirlo claramente, que creaba mal ambiente y que “se había llevado algo”. Rápidamente se especula con que ha robado ropa e incluso dinero del estudio. De nuevo admiradores y detractores, zoettes y anti-Zoes, se posicionan: unos dicen que Taylor es una borde con poca facilidad de palabra; otros, que es el talento y motor del programa. Ella no tarda en pronunciarse en la revista Entertainment Weekly, relatando que vivió un infierno bajo la tutela de Rachel y vio cómo intentaba vetarla en la industria de la moda desde el primer día.
Tal es el éxito y la envergadura del imperio Zoe que Rodger, su marido, empieza a dedicarse de lleno a la producción televisiva de su imparable mujer y se hace presidente de Rachel Zoe Inc., la compañía que maneja los hilos de su imperio. ¿Puede Pasar Algo Más?
Estamos a finales de 2010. Rachel Zoe colecciona enemigos como Taylor Jacobson o Nicole Richie, pero también seguidores que contratan sus servicios con una larguísima lista de espera y la copian hasta la saciedad.

Tal es la sobreexposición de su estilo que cuando Rachel decide dar el salto y crear su primera colección resulta un auténtico desastre. Los expertos tildan sus prendas de obvias, simples y nada innovadoras. ¿Acaso esperaban algo distinto al bohemian chic que suele gastar Rachel? ¿O la envidia que despierta ha empañado el mérito de su trabajo?
Pero hay más: en su colección hay un vestido blanco de inspiración yeyé casi idéntico a uno aparecido años atrás en una revista juvenil. En aquella ocasión, se trataba de un estilismo de la propia Rachel, donde aseguraba que era una pieza vintage. El caso es que su creación es clavadita a la de antaño. La polémica por plagio está servida.La fama de promover la anorexia la persigue todavía: los tabloides británicos la acusan de haber transformado a la bella Keira Knightley en un “insecto palo con bolso y peluca”. De hecho, en ciertos sectores se ha acuñado la expresión “Rachel Zoe skinny” (‘delgada a lo Rachel Zoe’).
Hoy, para muchos, la estilista se ha transformado otra persona. Desde el pasado marzo es la orgullosa madre de un niño, Skyler Morrison Berman, que con pocos meses ya es un digno candidato para jugar en la misma liga de Suri o los pequeños brangelinos, o sea, en la lista infantil de los mejor vestidos. Además, Zoe ha hecho las paces con Nicole Richie. También el personaje Rachel Zoe parece otro: su estilo ya no es rompedor y es considerada por los expertos una celebridad en sí misma más que una estilista respetada. Pero ese es también su último gran logro: haber hecho de sus carencias virtud. O, en términos de Hollywood, convertir sus miserias en divertidos sketches para un reality show.


Eso sí, si atendemos a lo que deja ver de sí misma en las redes sociales, su gran amor sigue siendo solo uno: la moda. “Todas las historias de amor deberían ser contadas”, se lee de repente en su Twitter. Y sorprende, porque siempre lo ha dedicado a hablar exclusivamente de moda con fresca frivolidad durante 24 horas al día. ¿Es esta la misma Rachel Zoe que el público conoce y ama (u odia)? Sí, es ella, sin duda. No habíamos leído todavía la frase entera, que dice así: “Todas las historias de amor deberían ser contadas... con un Cartier”.

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